Lleva en la cara una de las sonrisas más bonitas que nunca que visto, ojos luz.
Sale a la calle con la mirada puesta en el cielo, deseo que me piense.
Tuvimos algo que no se borra, no se extingue.
Enamorados de las rimas y de las llamadas eternas, kilómetros.
Siendo sincera siempre supe que yo tenía el tridente,
lo que no sabía es que me volvería dependiente, salvada por el espacio.
De no ser así hubiera perdido el norte hasta bebérmelo entero,
desimantando su brújula, volviéndole loco y yo loca con él.
Algunas noches me gusta recordar el deseo en sus ojos,
su risa floja que reflejaba todo aquello que no me podía decir con palabras.
Nos encantaba columpiarnos entre la realidad y la ficción, desafiando al destino.
Ahora que lo pienso, no se si es justa esta verdad intermitente,
permítanme que me ajuste a vivir y ser consciente.
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